Victoria Elizondo Moreno,
en primera persona
Entrevista de largo aliento, un día de este 2024
Victoria Elizondo es una lectora apasionada que poco a poco fue encontrando en las letras un espacio para crear y expresarse; así se convirtió en escritora. Ella fue finalista en el pasado concurso LuchaLibro que fue parte de la Feria Nacional del Libro de León 2021.
En “Soltarse y escribir” entrevista por Jorge Flores
Apostilla: A solicitud de la revista Academia Feral, la narradora concedió la entrevista que se presenta a continuación.
Gracias Victoria.
Comencemos.
Para abrir esta conversa, ¿nos compartes donde ocurrirá este diálogo?, ¿qué se observa en derredor?
Estoy sentada junto a mi librero rosa, que además de separar mis libros del desorden del cuarto se encuentran junto con mis recuerdos: recibos y tickets de cines, conciertos y farmacias antes de mis diarios viejos; juguetes cerca de las lecturas preferidas: una mini silla morada, un pequeño zapatista de San Cristóbal de las Casas, una cámara negra que ya no sirve, una mascotita virtual muerta porque nunca le cambié las pilas; dejé el incenciario y un retrato sin rostro por los libros de poesía. Le estoy dando la espalda a la ventana. En la cama no hay ropa sucia, por el momento.
Tu nota biográfica publicada en la página web filug.ugto.mx, a propósito de tu participación en la mesa de lectura en voz alta: Citas textuales. Narrativa. «El escalofrío ante las emociones» del IX Ciclo Escritoras y escritores jóvenes Visitan Cuévano, celebrado en el marco de la edición 65 de la Feria Internacional del libro de la Universidad de Guanajuato –marzo 2023, traza una abreviada secuencia de colaboraciones en proyectos independientes.
Propongo nos compartas el recuento, en primera persona, sobre estos proyectos.
«Letras a la calle»
Me invitaron a este proyecto aún en época de pandemia. Las chicas, unas buenas amigas, tuvieron la iniciativa de elaborar diferentes carteles con textos breves de narrativa y poesía. Estos carteles, además de darnos la oportunidad de albergar nuestras palabras, eran acompañados por una ilustración conforme al texto. El resultado lo pegaban en diferentes puntos de Guanajuato.
Como ya mencioné, fui invitada para publicar un par de poemas: “Back to December” e “Insta-love”. Los rescaté de un blog que uso como desahogo/diario personal desde los trece años. No me considero poeta. La palabra me pesa en la lengua. Los poemas son como trenzas y a mí todavía me quedan mechones sueltos cada que intento hacer uno.
«Bosquejos»
Bosquejos es una antología de un taller de escritura que tomé en el Bachillerato, fue publicado por la Universidad de Guanajuato en colaboración con Cátedra UNESCO. Estuve dos años en el grupo de Tertulia Literaria con el profe Rolando Ramos aprendiendo a leer, emitir críticas y sólo una vez lleve texto: “Luciérnagas”. Me gustaba más escuchar a los compañeros y planear talleres que impartíamos en primarias o en otras preparatorias. Lo único que escribí fue ese cuento, el cual aparece junto a otros fragmentos que ahora me apenan, no por lo pueril o la evidente falta de técnica, sino por a quién fueron dedicados. Esos fragmentos también los rescaté del blog.
«Sor Sugar»
Este taller lo inicié con mi amiga Atza justo en la pandemia. Ambas ya habíamos participado previamente en grupos de escritura y, más con el encierro, constantemente añorábamos estar en uno de nuevo. En ese entonces nos inquietaba que no podíamos a veces expresarnos ampliamente debido a nuestros compañeros varones. Había una barrera invisible que nos limitaba a rasgar en ciertos temas por evitar que nos tacharan de “feminazis”, radicales o “hornys”, además que eran evidentes ciertos compañerismos y discusiones las cuales se tornaban personales. En un taller siempre se critica al texto, jamás al autor, no importa si el texto es “personal”, es poco profesional aventar suposiciones sólo por querer molestar.
En una clase expresamos este deseo y se nos sugirió realizar un taller separatista. Así que iniciamos uno. Realizamos la convocatoria por redes, abrimos página de Facebook e Instagram. Recibimos respuestas de varias compañeras de la carrera y algunas foráneas, compartimos textos con chicas de Culiacán y San Luis Potosí por Skype. Al principio, como todos los talleres, resultaba incómodo para algunas ir soltando la pluma, para evitarlo, proponíamos entre todas diferentes dinámicas desde textos sobre seres mitológicos, narrativas donde predominara algún color, cuentos eróticos, sobre decepciones amorosas, etc.
En este taller, como todo era virtual, realizamos también muestras por Facebook live, donde las integrantes presentábamos nuestro trabajo. Con el tiempo, el regreso a la normalidad y los horarios dispersos de todas, fueron desapareciendo las reuniones. Fue un año muy bueno, aprendí mucho de las chicas que lo conformamos, aprendí a pertenecer a una comunidad.
«Canciones para el gran azul»
Alan Esparza (@alanesparzalo), un artista leonés, me invitó a formar parte de su primer proyecto de fanzine. Canciones para el gran azul es un prólogo para la melancolía. El único requisito era enviarle textos con ese tono o sobre el padecimiento. La maquetación es hermosa. Se nota el trabajo cuidadoso que realizó nuestro antologador/editor/amigo/artesano en la fanzine, desde el papel hasta la presentación, el realizó la portada y la maquetación con ayuda de su amiga @cometagris_. Presentamos el proyecto en dos cafeterías, en León la realizamos en Safronia, entre Zona Centro y San Juan de Dios, y en Guanajuato capital en un lugar que se llama (-aba, la verdad desconozco si el lugar aún existe, los cafés en Guanajuato de repente sólo desaparecen) Matte-Mío, un local junto a la biblioteca Armando Olivares Carrillo en el jardín Allende.
Aquí fue otra participación demasiado personal para mi gusto. Saqué del blog y de la app de notas un par de borradores y los trabajé para la publicación, también hice otros. A mí no me terminaban de encantar, pero Alan dijo que estaban bien. Tal vez no eran los textos, tal vez seguía siendo yo, renuente a que los escritos salieran a la luz, nunca sé cuando he terminado, así que suponía que esos tampoco merecían estar impresos.
Se menciona también tu participación en el concurso de improvisación literaria «Lucha libro 2021». ¿Nos compartes sobre esta experiencia?
La convocatoria del concurso me apareció en el inicio de fb. Para aplicar y ser seleccionada sólo se nos pedía un texto breve de nuestra autoría, preferentemente un cuento o una mini-ficción. Después del correo de aceptación nos enviaron un libro sobre cómo escribir micro relato y tuvimos una sesión de entrenamiento con la organizadora del evento, Gaby Franco, y un finalista del concurso de 2021.
El evento se dividió en dos encuentros. El primero se realizó en el teatro María Grever y el segundo en Plaza de Gallos, este último se celebró en la Feria Nacional del Libro de León. La dinámica del concurso era muy peculiar. Tuvimos que crear un apodo o nombre de luchador, utilizar una máscara y escribir en una laptop que estaba rodeada por un ring. Había un presentador, como en la lucha libre, que nos introducía al público con nuestro peso, escritor favorito, etc. Nos daban tres palabras al azar y teníamos un minuto para realizar un cuento. La condición era que usáramos los tres elementos y que obviamente tuvieran cohesión en la historia, además, no podías estar presente cuando escribiera tu contrincante, los elementos los conocías hasta que estabas en el escenario. Si perdías el combate tenías que quitarte la máscara y revelar tu identidad.
Regresemos a la lectura en voz alta, celebrada el reciente 29 de marzo en la FILUG, ¿nos compartes el recuento del evento?
La presentación fue en el Patio Jesuita de la universidad, cerca del edificio central, rodeados de libros y personas agradables, Cristian Lagunas y yo leímos algunos fragmentos de narrativa. Él leyó un capítulo de su novela El lado izquierdo del sol y yo un par de cuentos que tengo todavía en el cajón. Nuestro público fue muy atento, tal vez porque la mayoría eran conocidos, familia y amigos. Uno que otro transeúnte se colaba gracias a la bocina que estaba en la calle expulsando nuestras voces del micrófono. Una conocida me contó que uno de sus amigos iba pasando por ahí, escuchó el evento y decidió quedarse porque le interesaron los relatos. Este le mandó una foto y le dio mucho gusto ver que se trataba de mí.
Fue un día lindo.
Con rearmado de tus colaboraciones en proyectos independientes resalta la singularidad de que compartes tu obra en voz viva.
¿Nos compartes sobre esta experiencia?
Me gusta mucho leer en voz alta, escuchar el eco de las palabras que guardé y soltarlas. Así ya no me pertenecen y de alguna manera se liberan del encierro, a veces voluntario, en el que las tengo. Creo que es una forma de reconocer que existen, al pronunciarlas tienen otro matiz, como cualquier texto, no es justo mantenerlas encerradas entre páginas o amortiguadas en esa vocecita mental que nos acompaña en una lectura muda. A una le tiembla la mano cuando agarra el micrófono y el celular, se le pierde la vista entre las líneas; una se encierra por última vez en el texto a la vista de todos, se desenvuelve en la lectura y lo rompe para aventarlo a los escuchas, como en esa escena donde Lindsay Lohan rompe una corona.
¿Cómo es la reacción de los escuchas frente a tus cuentos?
Por lo general los veo atentos. A veces me desconecto cuando leo y no puedo precisar sus reacciones durante la lectura, cuando concluyo he cachado a uno que otro conocido con la boca abierta. Tal vez porque piensan que me refiero a algún conocido. Tiendo a escribir mucho sobre las personas que conozco, aunque no necesariamente todo lo que escribo es anecdótico, sólo agarro un par de referencias.
¿Cuáles textos contiene la Obra Presente (a la fecha) de Victoria Elizondo Moreno?
Se han publicado algunos cuentos en revistas digitales, impresas y fanzines. (“Luciérnagas”, “Instrucciones para el último baño”, “Cuarto de espejos”). He escrito alrededor de treinta cuentos, la mayoría son parte de un libro que aún no sé cómo publicar, también tengo por ahí varios poemas, como unos diez o quince (“Back to december”, “Insta-love”).
¿Cuándo y cómo comenzó tu historia con el arte de narrar?
Empecé a escribir en diarios desde los nueve años. A los trece dejé de frecuentar mis libretas con candaditos. A los quince comencé de nuevo en un taller literario y después también lo dejé. Fue hasta la pandemia que empecé a ser más consistente Gracias a los talleres que empecé a cursar, el primero, abismos, lo encontré gracias a SALE, era un taller en línea, el segundo fue un taller separatista que iniciamos Atza y yo con un par de amigas de la licenciatura, lo llamamos Sor Sugar. El Sor fue por Sor Juana, el segundo epíteto porque queríamos algo muy pop, (según nosotras) que contrastara, aunque después nos llegaban mensajes raros a la página preguntando si buscábamos un sugarbaby o si éramos una página de citas, algo por el estilo (¿?).
¿Cuál es tu búsqueda? ¿Por qué y para qué escribes?
Me siento como esa cita de Clarice Lispector en La hora de la estrella: “Escribo porque no tengo nada mejor que hacer”*. Tal vez busco reconocer algo o a alguien recreando escenarios al azar, a veces tomando rasgos de conocidos o situaciones que he experimentado. Pero no es razón suficiente, o al menos para mí válida. Me he dado cuenta que lo único que puedo hacer por mi existencia es escribir porque no hay otra actividad o propósito que me llene. No sé qué quiero, y por ahora estoy bien con no saberlo.
* La cita completa es: “Escribo porque no tengo nada mejor que hacer en el mundo: estoy de sobra y no hay lugar para mí en el mundo de los hombres. Escribo porque soy un desesperado y estoy cansado, no aguanto más la rutina de serme y si no fuese la sempiterna novedad de escribir, me moriría simbólicamente todos los días.” (Lispector, p.36) Es una lástima que no tenga espacio en el brazo para tatuármela.
¿Qué es el arte de narrar para Victoria Elizondo Moreno?
Creo que narrar es mostrar una meditación sobrepensada que celosamente hemos guardado porque no supimos cómo enunciarla en voz alta. Con la narrativa podemos elaborar espacios, uno que otro personaje y ambientes, conocidos o no, desde diferentes perspectivas, sólo para saber si también perciben una situación parecida a la mía, compartir perspectivas y también escuchar las posibilidades o interpretaciones que surgen a partir de una lectura en voz alta con mis compañeros de taller. Si esta narración no fue lo que quería transmitir existe la posibilidad de replantearla, pensarla una vez más y disolverla hasta que nazca otra, si sigue sin decir nada, también está la opción de sintetizar, o dejarla así sólo porque me dio la gana. Narrar para mí es liberar una meditación, compartir el resultado de un experimento personal largo. Me refiero a esto como un experimento no porque sea fan de un procedimiento estricto a la hora de escribir, sino como un constante prueba y error donde no tengo punto de partida, donde tengo que acoplarme al momento, espacio personal y mental para poder encontrar el tono o filtro adecuado. Narrar requiere de práctica, pero a veces no puedo controlar las circunstancias, ni del resultado mucho menos del proceso.
¿Qué es el cuento para Victoria Elizondo Moreno?
Ay, qué complicado… jsjsj… Antes creía mucho la idea de que el cuento debía ser como la teoría lo planteaba, era eso o nada. Bajo esas premisas daba rienda suelta, o me predisponía, a lo que yo había leído antes. Cuidaba los elementos ideales que me sirvieron para hacer un cuento, porque si no lo hacía así entonces era otra cosa, ¿qué?, quién sabe. Así que me iba por la línea de lo que comentaba Piglia en su teoría del cuento o por esta famosa frase del knockout de Cortázar. Sin embargo, aunque he aprendido mucho de estas observaciones, y si el cuento lo requiere las aplico, me he ido alejando de estos conceptos para prestar atención a otros aspectos. Por ahora (tal vez en un par de meses cambie de opinión) el cuento representa para mí una especie de maquetación de espacios; casas de muñecas que yo misma he fabricado para jugar con lo que tengo a la mano: palabras e ideas sueltas.
Respecto a la publicación de tus cuentos en revistas, ¿cuál es la pieza publicada en Nagari y cuál es su apuesta estética?
Se titula “Instrucciones para el último baño”, es un relato muy cortito que narra la visita de una mujer a un lugar de baños “terapéuticos”, muy parecidos a los vapores que solían visitar los hombres después del trabajo de fábrica en León*. Este cuento lo escribí porque vi una imagen en Pinterest que me gustó mucho. La foto era sobre un baño con azulejos rosas y las paredes con grandes espejos donde destacaba una tina en forma de corazón, rosa también. Adentro había una chica tomando un baño, el agua le llegaba hasta la nariz y sólo se apreciaba la frente de la modelo y una parte del cabello.
Guardé la fotografía en uno de mis tableros y a partir de ahí el algoritmo me mostró infinidad de habitaciones parecidas. Como nunca he visto baños de ese estilo, empecé a preguntarme dónde podrían existir sitios como los de las imágenes o quién tendría un baño similar. En este cuento no enuncio una historia completa, así lo quise, sólo quería dejar la impresión del lugar que me inventé a partir de una fotografía. Procuro mucho el espacio y la ambientación en los relatos, es lo que trato de cuidar (tal vez más de lo que debería) en mis cuentos.
*En León, Gto. Antes era muy popular ir a baños y vapores después de trabajar, al menos para los obreros de fábrica, quienes terminaban impregnados de sudor y demás olores por el trabajo con la piel. Obviamente también servían como un escape o medio de relajación al finalizar la jornada. Mis abuelos suelen contarme de varios sitios como los baños Altamar, el cuál era de los más populares debido a su ubicación en Barrio Alto y tamaño. (Al parecer estos baños eran puntos de cruisin o eso dicen).
¿Experimentas con otras modalidades discursivas?
A veces escribo poemas. No soy poeta, pero tengo que intentarlo; el ensayo está muy presente en mis borradores mentales y virtuales, mi Tumblr, las apps de notas, las partes traseras de los cuadernos y entre páginas existe uno que otra idea suelta, entre hojas y pestañas me la vivo jugando al filósofo anónimo… Creo que por accidente me casé un poco con la narrativa breve. Aunque me gustaría algún día escribir una novela, para olvidar(me) un poco del cuento. También soy una aficionada de escribir cartas, la mayoría no las entrego, son pocas las que encuentran destinatario.
¿A quiénes lee Victoria Elizondo Moreno?
Leo mucho a Clarice Lispector, tanto en cuento como en novela; Emily Brontë escribió mi novela favorita, Cumbres borrascosas, casi siempre vuelvo a ella. Me gustan las poetas: Pita Amor, Storni, Rosario Castellanos y Emily Dickinson, aunque he descubierto que de estas últimas prefiero más sus correspondencias. Maeve Brennan se ha convertido en una de mis favoritas últimamente con Crónicas de Nueva York. Sylvia Plath, Lorca, los cuentos de Wilde… Aunque he de confesar que leo más a mis compañeros del taller: Atza, Iraís, Gerardo, Martha, Andy…
Advertida tu obra presente, ¿podría decirse que hay una poética donde convergen la suma de tus cuentos? O bien, ¿cada pieza apuesta una poética particular?
El uso del vocablo poética refiere aquí a la acepción estética: “el conjunto de ideas, normas o convenciones que, en un momento dado, es asumido por los artistas y con el cual pretenden encauzar en cierta dirección su práctica artística” (Adolfo Sánchez Vázquez).
Al inicio me inclinaba por contar historias de mujeres, hablar desde voces femeninas. La mayoría de los personajes que describo tienden a ser mujeres y aunque utilice el narrador omnisciente, siempre tiendo a hablar de historias o puntos de vista femeninos. También agarraba ciertas temáticas referidas al misticismo o, como le llaman popularmente, nuevas religiones, nuevas creencias, astrología, manifestaciones, etc. Creo que, eligiendo una poética, de manera voluntaria me estaba predisponiendo a replicar los textos de las autoras que en ese entonces leía. Recuerdo que cuando me preguntaban sobre qué escribía contestaba que me interesaba el terror cotidiano e inmediatamente, como si me hubiera programado, todo lo que redactaba debía permanecer en esa postura. Esto por lo tanto me limitaba creativamente. Confundía la literatura de mujeres con la literatura sobre mujeres. Obviamente una reconoce sus patrones, por ahora, y creo que desde casi siempre, me he concentrado más sobre el montaje del escenario de la historia que por la trama, los personajes o la estructura del texto. Tal vez en unos años cambie. Vemos.
Hasta aquí, la conversa nos ha permitido re-conocer la muestra de tu ejercicio cuentístico. Resta un difuso y desconocido futuro, por suerte.
Mientras el porvenir nos alcanza, propongo replicar esa técnica de diccionario personal al uso entre los artistas. Particularmente pienso en el diccionario de Milan Kundera contenido en la edición mexicana de su ensayo El ser de la novela.
Enlisto, pues, una serie de vocablos para re-conocer el diccionario personal de Victoria Elizondo Moreno.
Obviamente, algunos vocablos importantes para ti se habrán escapado de este listado, por favor, agrega los que consideres.
Alternativas:
Espacio de difusión y sugerencias. Revista que me ha acompañado desde adolescente hasta ahora.
Autora:
Palabra ajena, a veces no; de carga política y social que no entiendo (o quiero) cómo asumir.
Cuento:
Espacio y/o experimento. Texto necesariamente breve si se planea o atropellado si requiere un límite de extensión impuesto. Fotografías con textura.
Escribir:
Acto de confesión sin la necesidad de hincarse ante una celosía de madera y susurrar tus pecados a un hombre con el mismo consejo guardado bajo la sotana. Trazar con palabras confesiones premeditas y articuladas desde un filtro inconsciente preseleccionado.
Generación de escritorxs:
Grupo de encuentro que (preferentemente) los une la coincidencia de ideas o propósitos. No se fuerza. (Vemos).
Guanajuato Capital (Cuévano):
Ciudad de reencuentro, tanto de escrituras como de emociones. Estampa que aparentemente no cambia para que se pueda revisitar.
Improvisación literaria:
Vómito verbal. Congestión de oraciones y ejercicio de reordenamiento intensivo para las palabras encajonadas.
La máquina narrativa:
Artefacto del pensamiento itinerante. Conjunto de mecanismos que condesan lecturas, ideas y espacios en un papel con tinta fugaz. La máquina narrativa produce y es capaza de reproducir las palabras que ella misma engendra; alumbra y niega sus creaciones constantemente.
Lectura en voz alta:
Exposición de la obra escrita o del borrador de esta misma, ya sea por un lector o autor/a. En este último caso, no es necesario la culminación del texto para ser enunciada ante los escuchas; incluso en la misma lectura se pueden ir sustituyendo palabras por otras, ya sea influenciado por la sonoridad que vaya experimentando el locutor o también por el espacio donde se está enunciando el texto, a veces está sujeto al estado anímico del autor.
Leer:
Claustro personal y recreativo por elección (en el mejor de los casos).
Literatura:
Vía en la que el pensamiento puede acceder a una auténtica sinestesia. Puedes morir o llorar sin experimentarlo de manera directa (física). Efecto ilusorio en la realidad pero que se arraiga en el imaginario.
Mis escritorxs:
Se convierten en míos a partir de más de cinco relecturas. Clarice Lispector, Emily Dickinson, Charles Dickens, Cristina Peri Rossi, María Luisa Puga, Charlotte Brontë. Pita Amor.
Mis lecturas:
“Letanía de mis defectos”, Las correspondencias de Dickinson, La hora de la estrella, Cumbres Borrascosas, La edad de la inocencia, Historia de dos ciudades, “Lejana”, El agua y los sueños de Bachelard… Twitter (X) todas las mañanas. Lxs compañerxs del taller cada martes.
Novela:
Género al que más recurro como lectora.
Palabra literaria:
Un rumor que se cuela entre clases o en algún mal after.
Personajes:
Un acercamiento a la plasticidad del yo.
Primer cuentario:
Algo que se está empolvando en la memoria de mi laptop, tal vez también en la mía.
Proceso creativo:
Selección exhaustiva de mi caos personal. Acción fortuita de una idea la cual generalmente se enuncia en un borrador para después meditar o descartar.
Ser narradora:
Hábito de hablar, en silencio o en voz alta, conmigo misma.
Sound track personal:
Lana del Rey, Janis Joplin, Amy Winehouse, Lorde, Joan Jett, AC/DC, Patti Smith, Weyes Blood, Miley Cyrus, Taylor Swift, Jenni Rivera, División Minúscula, Oasis, Valentín Elizalde, Belanova, Etta James, Miles Davis, Nina Simone, Rocío Dúrcal, Bad Gyal, La Factoría, “Flaca” de Andrés Calamaro, Amandititita.
Tallerear:
Compañía y creación en colectividad sin abandonar el pensamiento individual. Es retroalimentación, el encuentro de un espacio seguro para compartir nuestros escritos, observar los procesos de otros. Mostrar procesos y exponer(se).
Teatro:
El fenómeno literario en vivo y en directo. Una de las múltiples formas en las que la obra y lector se encuentran en un mismo espacio-tiempo. Tal vez como leer a través de los ojos de otros; del autor de la obra, de los actores, de los encargados de la música y la iluminación, del director.
Tópicos:
Indumentaria, moda, superstición y espacios.
Voz y mirada narrativa:
Aún lo estoy descubriendo/configurando. (Creo).
Arribamos al hasta luego.
Gracias Victoria por compartir con nuestra revista.
Un día de 2024.