Kunkunankil u k’aay puksi’ik’al báalam

Por Ricardo Tres Cuervos

0 PROEMIO

Éste es un poema de sol, arena, selva, brisa y mar. Es un poema de amor, deseo y algo de vergüenza. Su narración se forjó entre vuelos, viajes de uber y estancias en airbnb. Éste es un poema poblado de la raza, maya, de whitexicans y de una clase media aspiracional que vive en el limbo. Es un poema que inicia con un éxodo y termina en revelación. Es un poema – canto del jaguar, del quetzal, del mono y de la piedra. Éste es un poema del Mayab.

I ANTESALA

La puerta al mundo espiritual me espera. Es la puerta 4, de la sala B… sección C para abordar.

¡Canta, oh sibila de voz cuasiautomatizada e ininteligible los oráculos para estos aeronautas que se disponen a partir! “Passengersofflight…”

Las palabras se pierden en un rumor amontonado y sólo alcanzo a escuchar: “No pierda de vista su equipaje de mano y tenga su pase de abordar e identificación listos”

La gran sala blanca transforma el tiempo, afuera ha quedado un tiempo diferente, pero aún no es el tiempo del cielo. El tiempo se distiende. Me preparo para dejar esta tierra y todo lo que soy en ella. Escucho las campanillas que advierten mi próxima salida:

din don din dáaaan

“Passengersofflight14450—withdestinationtothecityofMérida,pleaseproceedboarding//[el inglés taladra primero]//pasajeros con destino a la ciudad de Mérida, favor de dirigirse a su zona de abordaje”.

Me veo en el gran ventanal, mi gemelo devuelve la mirada. Un ave de plumas de acero se acerca y el otro yo que no soy yo desvanece su mirada, se pierde mi reflejo, pero no se ha ido, quizá cambiamos de lugar.

Tengo mi identificación a la mano, pero no sé quién soy.

II XIVALBA

¡Danos, oh aeromusa, tus indicaciones para este viaje!:

Bienvenidos a nuestro vuelo—- para nosotros su seguridad es nuestra prioridad más importante

Bendice a quienes se disponen a iniciar el recorrido celestial: por favor, preste atención a las recomendaciones de nuestro personal.

El fuego se ha encendido, las sacerdotisas inician su danza.

El ave mística mexicana en cuyo estómago metálico viajo dirige su pico y sus alas con paso lento, pero seguro, hacia la pista – abroche su cinturón colocando una pieza metálica dentro de la otra hasta escuchar un clic, mantenga su cinturón cuando la luz esté encendida… ¿Está la luz encendida?

El ave se prepara, dando unos pasos hacia atrás, se concentra, canaliza toda su energía, su corazón ruge, está lista: – en caso de que se presenten turbulencias inesperadas, la luz se encenderá… ¿Está la luz encendida?

El ave inicia su carrera de despegue, las llantas del tren de aterrizaje lamen la cinta de asfalto; primero con demasiada fruición, luego, apenas se siente… – cuando la señal no esté iluminada, puede dejar su asiento si es necesario… La gravedad de la velocidad me mantiene aplastado contra mi respaldo ¿está la señal encendida? – hay seis salidas de emergencia en esta aeronave, dos al frente, dos en medio y dos al fondo, por favor, tómese el tiempo de ubicarlas… Los oráculos mueven sus manos señalando direcciones, saludan a los 4 rumbos, piden su permiso para iniciar el vuelo sagrado. – las luces en el suelo le guiarán a la salida de emergencia más cercana, para abrirla, jale la palanca hacia usted y empuje… ¿están las luces encendidas? Los 4 rumbos conceden, por encantamiento misterioso, la velocidad se transforma en viento, las llantas se separan de su amado suelo, un pequeño traspié al dejar la tierra, un último jalón de la gravedad antes de soltarnos de su abrazo casi perpetuo… y luego empuja…

Yo me consumo en otro fuego que ha iniciado en mi propio estómago. Nos movemos en el aire y una liviandad se apodera de nosotros – En caso de emergencia, deje todo su equipaje atrás… Allá abajo, en ese último tirón, se quedó todo lo que algún día fui. Mi pasado pertenece ahora a la tierra, en donde, por supuesto, ya no estoy. – Respire normalmente para mantener e iniciar el flujo de oxígeno, continúe respirando normalmente. Somos humo de incienso; ofrenda perpetua. Caigo, caigo, siento, infinitamente, lentamente, hacia arriba. – O pregunte a un asistente de vuelo

III VALLADOLID

Anochece mi corazón en Valladolid. He recibido el recado y su llamado se paladea. Yo labro mi camino a través de las casas de la noche bocado a bocado. Me he investido devorador de pecados, pero ¿quién ha fallecido? Dime el nombre del difunto. Es -tú- nombre que a la vez es mío. Ouróboros.

Ruda, achiote y habanero, hilo de Ariadna, me regresan al mundo de los vivos. Al roce de lo divino, mi corazón se sublima. Lo sagrado y lo profano son dos mitades que se complementan.

IV RIVIERA

La Riviera no existe, según la rae. Según la academia mexicana es un calco italiano que atraviesa Francia, aterriza en EEUU y se importa a México. Pero la Riviera es real, existe y no se corresponde para nada con el español ribera. Éste es un sueño de una noche de primavera en la Riviera.

En la Riviera, los homosexuales (gays) blancos, heteronormados se ponen sus bikinis diminutos de marcas caras, que venden centímetros de tela a precios dólares o de euro, untan sus cuerpos de gym con bloqueador – sunscreen –; extienden su toalla en la arena en medio del sargazo, usan ray ban o donna karan y escuchan música electrónica desde la bocina vinculada a su iPod. Esperan que todo mundo los vea y creen que todos desean estar en su lugar. Pero el mar les avienta sargazo, que ignoran olímpicamente. El sargazo arruina la foto perfecta: la arena blanca se tapa y la playa parece sucia. Los gays inalcanzables descombinan, contrastan, ellos merecen estar en una postal «greetings from Tulum» o en la portada de una revista «queer: the beach is sexy”. Pero el deseo no habita entre ellos, no son altar propicio y no lo saben. Beben cerveza fría mientras piensan en Grindr y en todos los perfiles que les han visto y en aquellos con quienes se acostaran esa noche, mecánicamente cogiendo, pensando que han encontrado el placer en una verga grande, en unas nalgas duras ejercitadas o en un six pack. Quizás lo encuentren, pero a la mañana siguiente, el placer los habrá abandonado y tendrán que volver.

A unos metros, el placer habita perpetuo en una piel morena; en unas manos rudas que manejan un motor de lancha; en un torso desnudo, curtido al sol; en unos músculos formados por el buceo naif, la natación obligada y las maniobras del mar… en unos ojos que guardan los misterios del faro maya de Tulum y en un corazón amurallado por la heteronormativa idea del macho. El placer está en la mirada que acaricia, en la palabra que alburea, en el toqueteo disimulado y en la complicidad de la sonrisa chelera.

Éste es el templo permanente del deseo.

V TVLVM

No necesitamos cadeneros mamados y arrogantes de nombres pretenciosos que te impiden subir al rooftoop del bar; necesitamos rentadoras de sombras en la playa, de nombres impronunciables, que te dicen: «mira, amigo, ya me rentaste las sillas, te recomiendo que compres las bebidas en la tienda de la esquina porque aquí tengo que darlas caras». No necesitamos de los pseudoextranjeros que te preguntan si la visita a las ruinas merece la pena; necesitamos lancheros que te digan que no puedes tocar a los animales mientras buceas (pretendes bucear) porque los dañas, que te inviten a que te lleves tu basura y no la dejes en la playa, que comprendan que la vida es salvaje. No necesitamos hosts pedantes que te digan «el cover es tanto y el código de vestimenta es éste»; necesitamos meseros que te dicen: «ya voy a cerrar la barra, si quieres encarga lo que quieras y te las voy trayendo de a poco». No necesitamos turistas mamadores; necesitamos su varo, su euro, su dólar o su peso bien gastado.

VI T’HÓ

Éste es un poema de un caballo blanco que era indomable y que se negaba a dejarme cambiar de velocidades (pero no de dirección); y de una lancha «Brenda» donde se quedó una parte de mi corazón, que en realidad se estrelló y se despedazó, regándose en muchas partes de la península. Lo extravié también entre la calle sesentaytres y la setentaynosequé, en los movimientos del cantante de un bar, no recuerdo dónde porque no logro entender la lógica numeración de Mérida. Odio que sea blanca, amo que sea MAYA. Deambulo y me pregunto por qué carajos hay tantas casas abandonadas, tantas casas en venta. Manejo y me pregunto quién le hizo tanto daño a los meridanos para que desborden ira en la carretera, conduciendo con prisa, con enojo, con desdén y con mucha asincronía, me pregunto quién. Mi corazón se quedó en los remanentes del cráter del meteorito que extinguió a los dinosaurios, quizás por eso Mérida es una olla hirviente de calor y de vida.

Éste es un poema de viaje, no en paracaídas, pero sí en clase turista, con equipaje de mano y sin derecho a documentar maleta. Porque es más barato, porque sólo así se viaja a lo mediopobre. Es un poema donde descubrí una ocupación/vocación donde hay que caminar por un pasillo angosto de ida y venida ofreciendo gel antibacterial, bebidas y comidas instantáneas, pidiendo que se abrochen los cinturones y que durante el despegue y el aterrizaje mantengan los asientos rectos y la mesita de enfrente asegurada.

Es un poema del viaje trascendental del profeta que, como Noé, se emborracha un día y se queda dormido con las partes pudendas al aire y, como él, queda descartado de la vista de la tierra prometida por aquel desliz en el que sus seres queridos lo ven bajo el influjo del alcohol en tal postura inmoral. Es el mismo profeta que discute con gringos en la alberca porque con todo y su primer mundo, son neandertales que no entienden de género, ni de orientación sexual, ni nada de esas joterías. Ellos sólo vienen por putas, mariguana y otras drogas legales e ilegales. Porque así es México para ellos, así es el mundo para ellos. ¿Qué más les puede ofrecer si ellos son neoyorquinos?

Es el profeta que deambula por la selva en auto bebiendo dos equis lager, predicando el amor a sí mismo, el perdón propio, el crecimiento espiritual, la reconstrucción del yo… Y que descubre el sabotaje, la autotraición, manejando una noche en la autopista cuando embarra un retrovisor en una señal de precaución… Y el retrovisor era mi alma… Y el auto se burla, indómito, y los amigos llenos de pena, conceden la comprensión, el auxilio… Y todo es indiferente a la desilusión interna: no alcanzar el nirvana, no llegar a la iluminación, no acceder a la paz interior. Todo se desmorona. El viaje ha sido en vano. Pero no moriré del todo.

VII UXMAL

Fui uno con la tierra en Uxmal /Ushmal/, mientras lo recorría a prisa, pegado con un grupo a quien el guía explicaba apresuradamente. ¿Pero por qué se acabó todo esto, a dónde fueron los mayas? Pregunta uno de los blancos. “Una ceiba, como la que tenemos en el patio de atrás”, le explica otra blanca a su cría, que ajena, lanza piedras desde la cima de un edificio. Ellos han domesticado el árbol sagrado. La criatura rubia lleva en su mente la huella de lo que hicieron sus antecesores. El guía no tiene tiempo de detenerse, los trabajadores de la zona apremian: es hora de cerrar, nadie se detenga. Yo contemplo a toda prisa la pirámide, el cuadrángulo, el arco maya. Trato de descifrar los glifos, de reconocer lo mío en aquellos dibujos. De sentir la vibra entre los edificios, entre la selva. Nada sucede. Me apresuro, descubro la geometría, creo que la entiendo. La ciudad es estética no estática, no estoy seguro de que cualquiera pudiera entrar y salir de los edificios así como así. Una iguana se escabulle gimnásticamente por una grieta y se ríe de mis esfuerzos por entender a las deidades telúricas a quienes sí corresponde ella. Se lleva los secretos por un hueco entre las piedras, donde roza su piel reptílica, lítica, terráquea. El guía responde a mis preguntas, aunque sabe que no soy de su grupo blanco y que no tendrá propina de mi parte. Mira mi piel, mi cabello y mis ojos, hay una complicidad cuando reconoce mis colores: color mole, dicen los comentaristas feisbuqueros. Nos urgen a salir. Llevo todo el viaje preguntándome como se ve una ceiba.

Finalmente ahí está, la reconozco antes de que el guía lo diga. Se nota su estirpe santa, celeste, su tronco es recto, alto y suave, las espinas han caído… se eleva al cielo y abre su fronda en todas direcciones. Antes de poder acercarme, presentar mis respetos, los blancos la rodean, le sacan fotos, se sacan fotos; ignoran el hecho de que tienen una en el patio trasero. Esta ceiba es diferente, hasta ellos reconocen eso. Yo la miro, le agradezco, le pido que la tierra, maestra en transformaciones, me cure. Toco otros árboles cercanos como efecto placebo de no poder acariciar la ceiba. El sol cae. Es mejor partir porque el camino es aún desconocido.

VIII LA CEIBA ROTA

1

Playa es Umbral

Cuadrángulo sagrado

Olas, monjas de agua

2

Camino del sol,

Flor mitad eterna

Se marchita

3

Xtabentún

Camino de la luna

Una flor en otra

4

Terrenal basa-

-mento brazos al cielo,

arcos. Silencio.

5

La misma piedra en

Diferentes momentos

Es lo sagrado

6

Estrella el tiempo

Olas contra muros, se

Pliegan las horas

7

Mandala de agua

Brota al centro. Rezo en flor.

Suave palabra

8

No entrar al mar, sed

Arena y sol, castidad

Sequía húmeda

9

Gaviotas vuelan,

Paran, graznan burlonas:

la playa es suya.

0

Uxmal – Progreso:

divino todo inmóvil

Silencio. Izamal.

(QVOD SVPERIVS / QVOD INFERIVS)

IX TS’ONO’OT

Todos iremos a sentarnos bajo la gran ceiba cuando muramos. Así decía una narración en el libro sagrado de los mayas. El guía dice: para los mayas, al morir, el espíritu del difunto recorre las raíces de la ceiba hasta llegar al inframundo, a dónde todos vamos sin importar nuestras acciones. Floto en medio de un cenote domado. 50 metros de profundidad, dice un cartel. Los salvavidas de piernas fuertes no dejan de llamar la atención de los turistas que no siguen las reglas.

Ésta es un agua diferente de todas. Es azul, es fresca, es cavernosa, pero también celeste. Después de una carrera contra el tiempo, que es un buen resumen de mi vida, me encuentro inmóvil en el ojo azul que se abre al cielo desde las entrañas de la tierra. Volteo al cielo, me da miedo la profundidad, pero siento su presencia. Estoy en medio de dos ríos: así como es arriba, es abajo. Entre los árboles que rodean el cenote hay una ceiba, lo entiendo todo: debajo de la ceiba reposaremos todos. Hay una confusión de lenguas a mi alrededor, ésta es una babel invertida, hundida… muchas no las distingo, no me importa. Ahora sólo existo yo en medio del azul. Un pájaro con hermosa cola sobrevuela, consigue ramas para su nido, no sé si sea un quetzal, qué golpe de suerte sería para mí encontrar tan buena señal.

Le pido al agua que me lave, que me limpie, que me cure. Maestra en fluir, maestra en sanar, llévate de mí la tristeza, el malestar. Estoy tranquilo. Su respuesta es lenta pero inmediata. Llévate esta mala suerte autoimpuesta, llévate este caos, este descontrol. Estoy en paz. Floto bocarriba sujeto de mi chaleco salvavidas que no me puedo quitar bajo ninguna circunstancia. Pienso en los sacrificios, a cuántxs arrojaron aquí como ofrenda para los dioses. Yo quiero ser divino, pero rechazo el sacrificio. No quiero. Debe haber otra forma. Floto.

Los turistas se tiran clavados, un niño dice que parece disneylandia, dos nice gays guys nadan con cubrebocas. Una señora piensa lo mismo que yo, tuvimos suerte de llegar antes de la hora de cierre. Floto. Los hombres se tiran clavados, burda demostración de una valía varonil que ya no es útil. Una niña se adelanta y los deja callados, el orgullo herido. El agua es femenina. Floto. El sol baja, el barullo se desvanece, los salvavidas se preparan para el cierre.

Yo me pregunto cómo fue que se domesticó esta poza. En realidad nunca se ha domesticado, por eso estamos yéndonos antes de las cinco. Ya fue suficiente barullo y los espíritus nos corren de su frontispicio. El agua se vuelve serpiente-dragón. Otras cosas ya no me importan más que lo real de este mundo espiritual. El agua es real, lo sé, se siente. Le agradezco su ayuda. Lavo mi cabeza tres veces por última vez, meto mi cara y siento su frescura: gracias.

{Les hemos robado todo a los mayas, incluso las palabras}

X IZAMAL

Izamal es amarilla, dicen que porque es del color del Vaticano. Lo dudo, algo quedó de su espíritu original. La pirámide es más alta que la iglesia, pero la iglesia está más o menos atendida. A la pirámide nadie sube porque es enorme y se ve riesgosa. Una ilusión de la perspectiva, muy bien aplicada. La pirámide está consagrada a una deidad relacionada con el fuego y por lo tanto con el sol, dice la placa a la entrada de la zona. Alguien, en un claro guiño, marcó la escalera reconstruida con un sol hecho de piedritas. Todos los días, una guacamaya de color rojo bajaba para llevarse las ofrendas, continúa la placa. Estoy delante del edificio, es imponente, el magnetismo es impresionante, sensación mía.

Mis amigos no suben, yo continúo el ascenso, siento cerca la iluminación. Todo se vuelve claro, las señales están ahí. Asciendo. El sol en lo alto me recibe, me encuentro con el aire cálido, las nubes dispersas. La península es una llanura infinita, cercana a las nubes, en todos los puntos cardinales. Espero una señal, el viento arrecia. Un señor moreno de acento yucateco maneja un dron que toma fotos de las familias, un niño posa junto a su papá en una selfie. Otro señor, blanco, en un acto de alarde físico, se quita la playera y presume y saluda a su familia desde arriba. La cháchara turista se mezcla en mi cabeza con el saludo al sol y a los puntos cardinales.

En este momento estoy (estamos) en el centro del universo, ¿por qué? Porque así lo decido. Si el universo es infinito, entonces el centro está en cualquier punto y decido que ahora ese es el centro. Mientras saludo a los puntos, el niño que subió con su papá y que también tienen acento yucateco, le hace una pregunta sumamente lista a su papá que no sabe que responder, sale al paso con una respuesta escueta. Canalizo el sol, siento su calor en mi rostro, siento su energía, vibro alto (diría un whitexican), imagino una línea hasta el centro de la tierra, que también es fuego y energía. Una chica interrumpe tomándose una selfie, se acerca un grupo numeroso, adivino más selfies. Me resigno, es hora de bajar.

Nunca estuve solo y es de las pocas veces que me lamento eso. Miro al sol. Siento su calor. Desciendo.

Abajo, consuelo mi falta de conexión en el wifi espiritual con una probadita de licor Ixtabentún, un joven, de aspecto inteligente (que se marca en su hablar) y piernas fuertes (que se marcan bajo el short), me ofrece una botella. ¿Por qué aquí hay tantos hombres de piernas fuertes? ¡Qué felicidad! Hay otros jóvenes más, desvío mi atención del espíritu y se abre la ofrenda de la carne: el otro tiene unos brazos musculosos, el otro tiene un rostro hermoso. Los tres gracias me rodean y me ofrecen licor, y ropa. Me regocijo en su vista y en su hablar, en el acento melódico de la península que tantas veces he escuchado. Les acepto las pruebas. Sin pensar, les compro, no quisiera irme, quisiera que me dieran su teléfono, nos enamoráramos y me fuera yo a vivir a Izamal, tocando toda mi vida el amarillo de sus pieles, sintiendo siempre su juventud, probando cada día sus bocas perfumadas de miel y anís.

«Su tarjeta fue rechazada» la frase me trae de vuelta al capitalista mundo real, el Shangri-La en el que estaba soñando se cierra de golpe. Apenado, pido prestado a mis amigos, uno de ellos provee, le pago al joven de rostro hermoso e inteligente, bromeo con el de los brazos y el de las piernas para disimular la pena. Nos reímos. ¿Cuántas veces el coqueteo habrá sido herramienta comercial? ¿Cuántas veces he caído?

Izamal es fuego, en su sol abrazador, pero también en la sonrisa de sus jóvenes coquetos. Me siento algo estúpido por mi falta de ascetismo ante la carne. Me convenzo pensando que, a fin de cuentas, la pasión carnal o amorosa también es fuego. Si no alcanzo la luz espiritual, quizás alcance unas brazas de amor sensual. Belinda suena en el radio:

/en la oscuridaaa a a a ad/… de lo que tú me das / ¡oh, dame, dame un poco máaaaas! / cada vez me gustaaa más, cada vez me gusta máaas/ sabes bien que lo que tú me das / cada vez, ¡me gusta más! / ¡ah ja ja! /

en la obscuridaaaaad

…nos alejamos, a toda velocidad, en medio de la selva.

XI CELESTÚN

El estruendo de las aguas celestes ensordece. Masas inmensas de agua salada vertiéndose constantes en otras grandes masas de agua dulce. Las gotas de una y otra brincan por el aire, se alzan y el sol las transforma en diamantes que caen. Todo está iluminado por esta luz – joya preciosa y divina –. Todo resplandece en un brillo irreal y místico de cristales. Como si la luz proviniera de todas partes. El río no se funde en la mar, lo llama lo atrae y la mar cede volcándose hacia el río, pero el río ya no es río, sino ría y la mar, es ahora él. ¿Qué importa quién es el cáliz si ambos son continente y contenido? Venid, esposa, del Líbano. BUSQUÉ EL AMOR DEL ALMA MÍA,

LO BUSQUÉ SIN ENCONTRARLO.

ENCONTRÉ EL AMOR DE MI VIDA,

LO HE ABRAZADO Y NO LO DEJARÉ JAMÁS. Venid, esposa, del Líbano. Y él viene, me abraza y su piel morena arde por la sal y el sol. Venid, esposa, del Líbano. Y ella viene, me abraza con su humedad pura y celestial. El mar/La mar ¿quién eres tú? Soy todos por igual. Mar celestial, primordial, indistinto, indiferenciado, dual y total. En el horizonte, la llama del sol se vierte de las aguas al cielo. Asciende, celestial, divino.

XII EPÍLOGO

Este poema-ría es un vagamundo… se escribió en cinco lugares diferentes (ninguno dentro de La Península) durante tres largos años.

Este poema-ría es un sobreviviente, como yo mismx… sobrevivió un robo, el despojo, un destierro y el éxodo.

Este poema-ría es inspiración y técnica… la primera versión se escribió en una sola noche; sin embargo, se ha corregido cientos de veces.

Este poema-ría es marea… algunas madrugadas ha crecido y otras mañanas se ha reducido. Este poema-ría es traje de armadillo… tiene hilado fino y puntadas gruesas. Este poema-ría es luna… a veces parece redondo, a veces incompleto.

El poema-ría quiere ser canto – relato – cuento – crónica – oda – narración: no es pretensioso porque nace de las ganas propias del corazón de recordar, sentir y entender. Algún día concluirá este canto de amor al Mayab.

Ricardo Tres Cuervos

Kunkunankil u k’aay puksi’ik’al báalam