Muerte en Oaxaca

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Muerte en Oaxaca

Por Gilberto García

Hubo una ocasión en la que soñó con morir en Oaxaca.

Soñó que se perdía entre las calles de la periferia,
regresando de la montaña,
y se perdía siguiendo al guía que lo encaminaba a la muerte.
No se daba cuenta que, entre los pasillo de la central de abastos,
entre los niños y las niñas vendedoras,
ya se presagiaba el final.

Soñó que lo desmembraba el árbol más ancho del mundo,
que su necesidad de contacto y afecto
provocó que su brazo izquierdo buscara al derecho
y se estiró y se estiraba y se estiró tanto que
en algún momento los dedos de las manos se entrelazaron
y permanecieron pegadas al tronco,
frente a la iglesia y con un cuerpo de rodillas en el pasto.

O soñó que luego de un buffet lleno de moles
llegaba al país de la mismísima muerte.
Que entraba por sus pequeñas puertas
entre piedras y tierra con olor a muerte.
Soñó que explotaba de comida
de tanto mole,
porque de su amor nunca pudo.

Más adelante
y un poco más arriba
soñó que se desvanecía
entre los árboles y las montañas.
Que se perdía una vez más,
pero esta vez con las setas recogidas de la tierra,
se preguntaba si algún animal salvaje se perdería con él
y aguardarían al anochecer de sus vidas juntos.
El animal saciado y él entre sus dientes.

Soñó también que moría golpeado
entre las olas salvajes de un puerto escondido.
Golpeado accidentalmente por un gringo surfista
enviado por un dios o un destino
con el único mandato de acabar con su vida de porquería.
Las pocas lágrimas que dejaría se mezclarían
entre la sal del enorme azul que lo arrastraba.

O soñó que se haría uno con la espuma.
Lo penetraría por todo el cuerpo,
hasta quedar en el más profundo rincón de su cerebro.
Se llenaría de tanta espuma como de semen se llenó en su viaje.
La espuma lo envolvería
y se lo cogería
al ritmo en crecimiento de las olas al llegar de la costa a alta mar.
Poco, lento, poco, lento, golpe,
fuerte, golpe, fuerte, poco, lentom
poco lento, fuerte golpe.
Desnudo, quedaría en la orilla de una playa nudista,
muerto su cuerpo escupiría la espuma,
de la boca, de los ojos, de las orejas y del ano
saldría la eterna espuma del Zipolite.

Soñó por fin que se encontraba al Istmo.
Soñó una vez más
que podría conectar dos corazones incompatibles.
Uno pacífico y traicionero,
otro atlante y desconocido.
Soñó que se recostaba en un durmiente
y soñó que soñaba la espera de un tren inexistente.
Soñó con el vibrar de las vías
y con un tren fantasma que lo atravesaba
con la intención de conectar y dividir más
dos vidas pasadas.